El Granjero y Alfredo

El dueño de una granja muy grande necesitaba un empleado que se encargara de cuidar sus cabellerizas y graneros. Así que se puso a buscar un empleado el día de la fiesta del pueblo, que era cuando se reunía la mayor cantidad de gente. El granjero encontró un chico de 18 años que andaba por los alrededores de los puestos de feria. Era un tipo alto y delgado que no parecía muy fuerte.

   -Oye Chico, ¿Cómo te llamas?

   -Alfredo, señor.

   -¿Sabes?, estoy buscando a alguien que quiera trabar en mi granja. ¿Te interesaría ese trabajo de campo?

   -Sí, señor. Soy capaz de dormir en una noche de tormenta.

   -¿Qué dices?   - pregunto el granjero extrañado.

   -Que soy capaz de dormir en una noche de tormenta.

El aldeano sacudió la cabeza con un gesto ambiguo y se marchó. Por la tarde tropezó de nuevo con Alfredo y le repitió la propuesta. La respuesta de Alfredo fue la misma:

   -¡Soy capaz de dormir en una noche de tormenta!

El aldeano quería un encargado responsable, no un joven que presumiera de poder dormir aun en las noches de tormenta. Intento seguir buscando, pero no encontró a nadie dispuesto a ir a trabajar a su granja. Así que decidió contratar a Alfredo que le repitió:

   -Puede estar tranquilo jefe: soy capaz de dormir en una noche de tormenta.

   -De acuerdo. Veremos lo que eres capaz de hacer.

Alfredo trabajo en la granja durante varias semanas. El patrón tenía mucho trabajo y no prestaba atención a lo que hacía el muchacho. Pero una noche se despertó sobresaltado por la tormenta. El viento rugía entre los árboles, aullaba por los caminos, sacudía las ventanas. El campesino se levantó de la cama pensando que el temporal habría podido abrir de par en par las puertas de los establos y las caballerizas, espantar las vacas y los caballos, echar a volar el heno y la paja, y ocasionar todo tipo de desgracias.

Corrió a llamar a la puerta de Alfredo, pero no obtuvo respuesta. Golpeo más fuerte.

   -Alfredo, ¡levántate! ¡Échame una mano antes de que el viento lo eche todo a perder!

Pero Alfredo siguió durmiendo. El granjero no tenía tiempo que perder. Bajó a prisa las escaleras, atravesó corriendo el campo y llegó a los cobertizos de la granja.

Allí se llevó una grata sorpresa: las puertas de las cuadras y los establos estaban firmemente cerradas y las ventanas estaban sujetas. El heno y la paja estaban cubiertos y amarrados  de manera que no se los pudiera llevar el viento. Caballos y vacas estaban seguros y los cerdos y las gallinas estaban tranquilos. Afuera el viento soplaba con furia. Pero dentro de la granja, los animales estaban tranquilos y todo estaba en orden.

De repente el campesino estallo en una sonora carcajada. Había comprendido lo que quería decir Alfredo cuando aseguraba que era capaz de dormir en una noche de tormenta.

El muchacho hacía bien su trabajo cada jornada. Se preocupaba de que todo estuviera en completo orden. Cerraba atentamente puertas y ventanas y cuidaba muy bien de los animales. Se preparaba para la tormenta cada día, por eso no le temía.

 

Moraleja:

Si te esfuerzas en cumplir tus tareas y deberes en tiempo y forma, tendrás tiempo de sobra para ti.

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