El Pastor y el león

Yendo un león por la montaña se equivocó de camino, y cuando pasaba por un lugar lleno de plantas con espinas, una de ellas se le clavo en la mano, de tal manera que no podía caminar por el gran dolor que la espina le causaba.

Arrastrándose se encontró a un pastor, y en cuanto llego a él comenzó a mover la cola, teniendo la mano alzada.

El pastor que lo vio venir, alterado por la presencia del animal, comenzó a ofrecerle del ganado para que comiera, pero el león no deseaba comer, sólo deseaba que el pastor le sacara la espina; por lo cual puso la mano en la rodilla del campesino, quien al ver la hinchazón y la espina enterrada, entendió lo que el león quería, así que con una gran aguja le abrió poco a poco el tumor y le saco la espina.

Sintiéndose sano, el león lamio la mano del pastor y se sentó a su lado; poco después –cuando la mano estuvo curada –el león se fue.

Pasados algunos años el animal cayó en una trampa y fue destinado a aumentar el número de fieras que se empleaban en la arena del gran coliseo romano para devorar a los prisioneros.

Por la misma época el pastor fue apresado de manera injusta, haciéndole responsable de un delito y sentenciado a ser devorado por feroces fieras en el coliseo romano.

Llevándolo al anfiteatro, por casualidad le echaron aquel mismo león al que había curado, el cual salió con mucha furia para arrojarse sobre el pastor, pero llegando donde estaba el pobre hombre, lo reconoció, se sentó a su lado y lo defendió del resto de las fieras.

Todo el público que ahí estaba se llenó de admiración viendo el suceso tan extraordinario; al mismo tiempo que pedían el perdón para el pastor y la libertad del león. El pastor contó lo que había ocurrido entre él y el león; y de inmediato les concedieron la libertad a ambos.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                   Esopo

Moraleja:

Cuando haces un favor de corazón, recibes múltiples bendiciones.

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